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Las gaviotas anidan
no vuelan sobre el mar.
Capullos marinos
bajo el cielo azulado.
Piedras por millar
atrapadas en el mar.
Donde quiera que fuese
el viento sopla sin cesar
desata una tormenta de arena
sin calma, sin rumbo
a la deriva.
El mar enfurecido fabrica
espuma al compás de las olas,
mientras, donde quiera que fuese,
se escucha la milonga del abatido.
Las gaviotas anidan
no vuelan sobre el mar.
Capullos marinos
bajo el cielo azulado.
Piedras por millar
atrapadas en el mar.
Donde quiera que fuese
el viento sopla sin cesar
desata una tormenta de arena
sin calma, sin rumbo
a la deriva.
El mar enfurecido fabrica
espuma al compás de las olas,
mientras, donde quiera que fuese,
se escucha la milonga del abatido.
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